Queridos hermanos y hermanas:

Y la respuesta es sencilla: mujeres y
hombres de todas nuestras parroquias
que un día recibieron la invitación a ser
catequistas para contagiar la alegría de
Jesús. La catequesis es ese conjunto de
esfuerzos, como decía San Juan Pablo II
“realizados por la Iglesia para hacer discípulos,
para ayudar a los hombres a creer
que Jesús es el Hijo de Dios, a fin de
que, mediante la fe, ellos tengan la vida
en su nombre, para educarlos e instruirlos
en esta vida y construir así el Cuerpo
de Cristo” (Catechesi tradendae, 1).
Es grande y esencial esta tarea, tal
como recuerda el Santo Padre Francisco:
“Cuando la Iglesia convoca a la tarea
evangelizadora, no hace más que indicar
a los cristianos el verdadero dinamismo
de la realización personal: «Aquí descubrimos
otra ley profunda de la realidad:
que la vida se alcanza y madura a medida
que se la entrega para dar vida a los otros.
Eso es en definitiva la misión». Por consiguiente,
un evangelizador no debería
tener permanentemente cara de funeral.
Recobremos y acrecentemos el fervor,
«la dulce y confortadora alegría de evangelizar,
incluso cuando hay que sembrar
entre lágrimas […] Y ojalá el mundo actual
—que busca a veces con angustia, a
veces con esperanza— pueda así recibir
la Buena Nueva, no a través de evangelizadores
tristes y desalentados, impacientes
o ansiosos, sino a través de ministros
del Evangelio, cuya vida irradia el
fervor de quienes han recibido, ante todo
en sí mismos, la alegría de Cristo»”
(Evangelii gaudium, 10). De la alegría del
encuentro con Jesús nace la necesidad
de pregonarlo, de anunciar el amor de
Dios. Esta es la misión de todas las personas
que se dedican a la catequesis.
Por tanto, quiero felicitaros por
vuestra misión. Es más, quiero agradeceros
en nombre de la Iglesia este servicio
sencillo, hermoso, esperanzador, a
veces lleno de dificultades pero también
de satisfacciones.
También deseo recordaros la importancia
de la formación permanente, como
hacía en mi carta La alegría de ser y
vivir como cristianos hoy en Huelva, en
la que presentaba el Plan Diocesano de
Evangelización 2015-2019, porque la
formación “nos ayuda a afrontar y responder
a los desafíos de nuestra sociedad
cambiante a la luz del Evangelio (...);
formarse como cristianos es siempre
con-formarse, hacerse semejante a Cristo
en nuestro modo de pensar y de vivir”.
Esa es la misión de la Iglesia, esa es la
misión de los catequistas, que de todos
nosotros se pueda decir, como del Señor
Jesús: “pasó haciendo el bien” (Hc 10.
38). A ello nos ayude la intercesión de
María, la Estrella de la Evangelización,
para que podamos imitar a Jesucristo.
Con afecto os bendigo. + José, obispo de Huelva.
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